Hace varias décadas que la industria norteamericana del cine dota de simbología elementos de la vida cotidiana con el propósito de emocionar al espectador.
Tomemos por ejemplo la lluvia. En un contexto normal es un fenómeno atmosférico que se inicia con la condensación del vapor de agua contenido en las nubes. Pero cuando le agregamos una pareja (a punto de formarse, ya establecida o que está en vías de reconciliarse) genera un momento mágico, el cual generalmente es adornado por un beso. De esa manera, algo simple como la lluvia se convierte en el disparador de un momento especial.
Así que, mientras varias parejas podrían haberse besado en una pantalla de cine, yo me empapé de arriba a abajo para llegar a un partido de futbol que, obviamente, se suspendió...
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