“Escribir en un blog es una forma patética y exhibicionista de exponer su vida privada” dijo con seguridad el hombre de la punta. El hombre a su derecha, en cambio, disintió. “Nada de eso. Un blog es el lugar donde uno puede hacer pública las opiniones de uno sin temer a la censura”. Esto parece que enfureció al hombre de polera negra que estaba en la mesa de enfrente, porque saltó de su silla y gritó enfurecido: “¡Blasfemia! Vivimos en un país con libertad de expresión. Lo que pasa es que son unos cagones que escriben para el culo y no pueden hacer que publiquen sus cosas en medios de comunicación de verdad”. “Eso es relativo” dijo el hombre de la mesa 14, mientras bajaba unos manises con Cinzano Rosso. “Hay periodistas, escritores y otros hombres ligados a los medios de comunicación “de verdad” que tienen blogs propios”. El hombre de polera negra estaba a punto de levantarse nuevamente de su silla cuando se escuchó desde una esquina del bar: “Todos serán puntos de vista válidos, pero la verdadera razón de ser de los blogs es la misma de siempre: Conocer gente y, en lo posible, trincársela”. Todo el bar entró en silencio. Todos, absolutamente todos estaban desconcertados con la opinión y ninguno se atrevió a contradecirlo. Sin embargo, el segundo mozo (no el gallego, el flaquito narigón) se acercó al hombre de la esquina y le preguntó al oído “¿Y qué sentido tiene seguir con un blog cuando uno ya se levantó una minita?”.
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